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Juan Carlos Bustriazo Ortiz

 

Trigésima séptima palabra (tarde de jueves santo)

 

con su mujer te besa esta ginebra,
juanca, que trajo
liz mientras dormías.
liz jarillilla, huala, tez canela,
según su ángel, o
rojamarilla.
con su mujer te besa esta ginebra,
tu antiguo amor, que te dio luz, tiniebla,
según la machi que te la ofrecía
en salamanca, manos de culebra.
la trajo liz, ay juanca. vos dormías.
liz ya cuisita, gema de la penca
de los quetrales, ya cabra undosilla.
será visión? es sueño esta porfía?

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No conozco caso de mayor amor a las palabras que el de Bustriazo Ortiz. A esa materia viva, palpitante, enigmática, indócil, que es la palabra, o a lo todo eso vivo, palpitante, enigmático e indócil que sabe hacer Bustriazo con las palabras. "jarililla, huala, tez canela": ¿no hay, ante todo, amor, en esa manera de disponer la materia sonora y sus inciertas y poderosas resonancias semánticas? O ternura. Y el placer, para el oído y la lengua, de ponerlas a latir en el verso. Entreverado, entre otros placeres o pequeños milagros, con el de la entrevisión con algo de mágico (¿qué sería la mujer de la ginebra? ¿hay una mujer en la ginebra? ¿por qué al leer entendemos, o creemos, o aceptamos, que hay una mujer en la ginebra?). Y el adjetivo "cuisita" (¡las connotaciones! ¡las connotaciones!). Y el arte exquisitamente musical, barroco, de la repetición, de palabras y de sonidos, que establecen una viva trama con todo. Y ese gustito a Siglo de Oro español que no se lleva nada mal, como si fueran la misma cosa, con la aspereza popular y criolla del léxico y el tono.

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