Fernando Pessoa
Me meto dentro, y cierro la ventana
traen el candelabro y dan las buenas noches.
Y mi voz contenta da las buenas noches.
Ojalá mi vida sea siempre esto:
el día lleno de sol, o suave de lluvia,
o tempestuoso como si se acabara el mundo,
la tarde suave y las cuadrillas que pasan
miradas con interés desde la ventana,
la última ojeada amiga al sosiego de los árboles,
y después, cerrada la ventana, el candelabro encendido,
sin leer nada, ni pensar en nada, ni dormir,
sentir la vida correr en mí como un río por su lecho,
y allá afuera un gran silencio como un dios que duerme.
Trad.:Rodolfo Alonso
Nunca falla un Pessoa. Eso que parece escepticismo y que en realidad es una renuncia a las pretensiones y las exigencias (no, de ningún modo, al deseo), no creo que tenga que ver con la resignación, aunque le pisa el borde, sino con una sensatez radical, una lucidez despojada, una sabiduría de estar en el mundo, agradecido por ese regalo, abierto a lo que la realidad que existe por sí misma ofrece, como el mejor espectáculo posible, o, más que espectáculo (porque uno está involucrado con todo), experiencia. El incomparable arte de estar ahora y acá, sin tener que apropiarse de nada ni deber nada a nada ni competir con nada. La disolución absoluta del valor de cambio.