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Néstor Perlongher

​

La murga, los polacos

 

Es una murga, marcha en la noche de Varsovia, hace milagros
con las máscaras, confunde
a un público polaco
Los estudiantes de Cracovia miran desconcertados:
nunca han visto
nada igual en sus libros
No es carnaval, no es sábado
no es una murga, no se marcha, nadie ve
no hay niebla, es una murga
son serpentinas, es papel picado, el éter frío
como la nieve de una calle de una ciudad de una Polonia
que no es
que no es
lo que no es decir que no haya sido, o aún
que ya no sea, o incluso no esté siendo en este instante
Varsovia con sus murgas, sus disfraces
sus arlequines y osos carolina
con su célebre paz – hablamos de la misma
la que reina
recostada en el Vístula
el procelosos río donde cae
la murga con sus pitos, sus colores, sus chachachás carnosos
produciendo en las aguas erizadas un ruido a salpicón
que nadie atiende
puesto que no hay tal murga, y aunque hubiérala
no estaría en Varsovia, y eso todos
los polacos lo saben.

​

Debe haber sido el primer poema de Perlongher que leí, y fue para mí un descubrimiento, un poco antes de que Perlongher publicara su primer libro, cuando nadie hablaba de él ni había entrado en escena el rótulo "neobarroso". Eran tiempos desanimados en que prevalecía una poesía autorrestringida, pretenciosa y solemne, y encontrarme con esa desenvoltura, ese no tomarse las cosas muy en serio, esas ganas de jugar convertidas en motor del ejercicio de escritura, era como una "bocanada de aire fresco" o un soplo de vida. Era todavía posible, sentí, un ejercicio de escritura imaginativo y feliz de crear realidades enérgicas, desacartonadas, gustosas del paladeo de la materia verbal. Después --mezquindades y estupideces del conventillo bobo intitulado "vida literaria"-- lo ubiqué a Perlongher entre los de "la vereda de enfrente", hasta que la vida misma y el ejercicio del placer de la literatura (que poco y nada tienen que ver con la "vida literaria") me sacaron de esa pereza espiritual. Y es gusto grande ahora reencontrarme con aquel primer Perlongher y su murga de polacos que se da el lujo de existir en la inexistencia, tan poderosamente existente en esa manera de ser y no ser.

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