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Jorge Luis Borges

​

La dicha

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El que abraza a una mujer es Adán. La mujer es Eva. 
Todo sucede por primera vez. 
He visto una cosa blanca en el cielo. Me dicen que es la luna,

pero qué puedo hacer con una palabra y con una mitología. 
Los árboles me dan un poco de miedo. Son tan hermosos. 
Los tranquilos animales se acercan para que yo les diga su nombre. 
Los libros de la biblioteca no tienen letras. Cuando los abro surgen. 
Al hojear el atlas proyecto la forma de Sumatra. 
El que prende un fósforo en el oscuro está inventando el fuego. 
En el espejo hay otro que acecha. 
El que mira el mar ve a Inglaterra. 
El que profiere un verso de Liliencron ha entrado en la batalla. 
He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago. 
He soñado la espada y la balanza. 
Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, pero los dos se entregan.
Loada sea la pesadilla, que nos revela que podemos crear el infierno. 
El que desciende a un río desciende al Ganges. 
El que mira un reloj de arena ve la disolución de un imperio. 
El que juega con un puñal presagia la muerte de César. 
El que duerme es todos los hombres. 
En el desierto vi la joven Esfinge, que acaban de labrar. 
Nada hay tan antiguo bajo el sol. 
Todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno.
El que lee mis palabras está inventándolas.

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Borges lo tituló "La dicha", y algo o mucho de eso le encuentro, sí, pero la idea a la que más lo vinculo es "sabiduría", si por tal se entiende un saber estar, vinculado a lo que Padeletti llamaba "atención". Mirar las cosas por primera vez, porque están ahí en toda su razón de ser, por más que las tengamos recontravistas, capaces una y otra vez de sorprendernos como ante una revelación. O, dicho de otro modo, sacándonos de encima la borra de lo conocido, lo sabido, la información, lo supuesto. Suele ser lo que a uno le pasa leyendo a Basho, pero de algún modo es la condición para leer cualquier cosa que se entienda como "poesía": "El que lee mis palabras está inventándolas". A propósito, ¿es poesía? El casillero en donde puede uno ubicarlo está entre lo que menos me importa, pero por algo debe ser, supongo, que su autor lo incluyó en un libro de poemas, "La cifra". Acaso algo tenga que ver con una manera de situarse ante el texto, de ejercer la atención (precisamente), de permitir a la inteligencia y a la imaginación dispararse de modos que la costumbre no puede concebir.

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