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Roberto Fernández Retamar

 

El otro (enero 1, 1959)

 

Nosotros, los sobrevivientes,
¿a quiénes debemos la sobrevida?
¿quién se murió por mí en la ergástula,
quién recibió la bala mía,
la para mí, en su corazón?
¿sobre qué muerto estoy yo vivo,
sus huesos quedando en los míos,
los ojos que le arrancaron, viendo
por la mirada de mi cara,
y la mano que no es su mano, 
que no es ya tampoco la mía, 
escribiendo palabras rotas
donde él no está, en la sobrevida?

​

Ahí sigue, a través de los años, el poema, empezando siempre a interrogarnos. Tan adecuado a la situación que lo originó, como un sopapo de conciencia que adensa la justa alegría, y a la vez tan vinculable a muchas otras circunstancias que a uno le tocan. Somos sobrevivientes, sí, y por eso el agradecimiento, no la culpa ni la vergüenza, para avanzar mejor, haciéndose uno cargo de lo que corresponde.
En esa sobrevida, tengo desde ahora su ausencia. No me sorprendió: estaba en lo previsible. Pero, así y todo, saber que nunca más podrá uno tener esas tan distendidas conversaciones con Fernández Retamar, disfrutar de su muy particular amabilidad, su gentileza, pesa como un hueco. No ignoro que hay quienes no guardan de él una imagen tan querible. No estoy en condiciones de discutirlo ni quiero, prefiero atesorar lo que en sus escritos y en su recuerdo personal me sigue iluminando.

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