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Francisco Garamona

 

Abrite la cerveza, hermana. 
Papá, prendé la radio. 
El cielo está tan oscuro esta noche 
y las estrellas parecen puntos 
donde perder la vida. 
Mamá, comprate ropa. 
Los perros ladran. 
La luna está tan bella 
y tan cercana que la tierra 
parece otro lugar. 
Papá, vení conmigo. 
Hijita, bailemos juntos. 
La noche se llena de promesas 
y las promesas tienen su porvenir, 
acá nomás. Hay baile en la calle. 
La gente se abraza. 
Traen por los pómulos 
unas gruesas lágrimas, 
como agua bendita o como sidra. 
El pan de la vida 
se hornea despacio. 
Pero esta noche 
todo el perfume del trigo 
se puso a inundar a los de abajo. 
Qué sombra celeste 
y qué nube blanca. 
Hermanas y hermanos, 
¿qué puedo decirles 
que ustedes no sepan? 
Estamos volviendo. 
Si nunca nos fuimos. 
Estamos acá. 
Somos los de siempre. 
Aunque no nos cuenten, 
a veces, un rato. 
Volvemos y somos 
los que siempre están. 
Servile un vaso de whisky a la vecina, 
un plato de sopa al joven mendigo. 
Dale un pulover al que tiene frío, 
y un abanico al que sufre calor. 
La patria tan vieja 
se reparte un poco 
y se desnuda apenas 
mostrando los pies. 
Un niño da vueltas 
en un torbellino 
y hay un submarino 
que viaja al revés. 
La sombra y la patria 
se besan la boca. 
La luz y el planeta 
se sueltan las trenzas.

​

Cierto retorno al gozoso ejercicio de la metáfora y la imagen poética, por un lado, y, por el otro, un apabullante tono de sencillez. Algo así también como un retorno --de otro modo, por supuesto-- a aquella poesía que era capaz de postular una visión maravillada o mágica del mundo, sin por eso entrar en la tontería, la simpleza o el guiño cómplice a quienes se drogan con la ilusión confortable. Eso que tienen de apariencia naif este y otros poemas de Francisco Garamona es, tal vez, lo que le permite acá hacer poesía con algo, un estado de ánimo, una sensación atrapante, que a la poesía contemporánea suele estarle vedado: la alegría plena, la alegría sin vueltas. No sé --aunque lo supongo-- si a Garamona se lo suscitó el inesperado vuelco que nos acaba de deparar la vida política argentina, pero se parece mucho, muchísimo, a la mezcla de sensaciones que en estas horas, como si fueran una bendición, me gana.

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