David Huerta
En donde estés
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En donde estés oye la desgarrada boca
del tiempo. No dudes, avanza
contra la montaña de espejos. (Luego
podrás dudar. En donde estés
aprende a dudar
para servir a la vida.) En donde estés
mira los rostros del dolor
y abraza las espigas, desaprende
el agobio, observa el rostro
de tus hermanos
y el tuyo. En donde estés
recuerda y olvida. En donde estés
come con un estoicismo místico.
En donde estés acércate con deseo
y aléjate con repugnancia,
como quería el Lince.
En donde estés piensa en cada cosa
como si ella misma pensara. En donde estés
aprópiate del mundo
y olvídate de las finalidades. En donde estés
inventa finalidades y juega con ellas
hasta el hartazgo trágico y cómico.
En donde estés ejerce tu política.
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Como suele pasar en estos casos, la noticia de que David Huerta obtuvo el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances lo lleva a uno a retornar a sus poemas y a que se repita lo que una y otra vez a uno le pasó en el encuentro ante esa poesía tan poco reacia a entregarse fácilmente o a seducir: se detiene uno primero a observar esa materia verbal, y ya en ese acto percibe uno que "algo" ahí está pidiendo ser encarado, que va a valer mucho la pena el trabajo o juego de aceptar la apuesta, porque el sustrato fuerte en que se fundamenta se trasluce, convoca. "Hijo del 68 mexicano, sobreviviente de la matanza de Tlatelolco, el muchacho que levantó la voz para cuestionar las injusticias y miserias del sistema": así lo presenta la nota le dedica en Página 12, y esa es la tónica elegida por Silvina Friera para presentarlo, y no está mal, porque esa “indeclinable vocación cívica” es cierta, está muy presente en la vida de Huerta y de algún modo late, como una fuerza de fondo, en su poesía, pero es por el lado de la escritura y de la poética que DH importa más, eso que tiene de único e inclasificable, aunque hace un par de décadas lo hayan etiquetado como parte de la ola "neobarroca". Fue su momento de mayor notoriedad, casi estelar, al menos para el departamento de poesía del campo literario argentino, que, como acostumbra, al rato pasó a otros gustos e intereses y es más que probable que el nombre "David Huerta" ya no diga nada a la mayor parte de los habitantes de ese ecosistema. Va a hacer falta, para acercarse a ese singular mundo verbal, admitir que las metáforas y las imágenes poéticas pueden estar muy vivas fuera del museo de la historia de la literatura, que hacerse cargo de las capacidades que uno tiene para asociar lo que parece inasociable y que reconocer que, en algún punto, no hay diferencia alguna entre la captación intuitiva, erótica, y la lectura intelectual, o no hay cómo separarlas cuando se las encara así, tan arrojada y lúcidamente. Abandonarse a esa aventura, deleitarse con construcciones como "en su aleteo de adelgazado autómata", extrañarse con " pedacería de sonidos" y a la vez ir haciéndose cargo de esos tramos en que afloran verdades a acumular, como tesoros de la experiencia que algo tienen que ver con la sabiduría: "En donde estés/ aprópiate del mundo/ y olvídate de las finalidades. En donde estés/ inventa finalidades y juega con ellas/ hasta el hartazgo trágico y cómico./ En donde estés ejerce tu política."