Rodolfo Enrique Fogwill
El poco peso, el paso de la vida
su identidad perdiéndose en el tiempo
volviéndose memoria y disolviendo
tu "hoy" en su ayer, tu "ya" en visión perdida.
La libertad, apenas sostenida
por la escena que traman unos sueños
de libertad: sin peso, en piso incierto
se funda la obra para pasar la vida
que en ella pasa. ¿O pasa por ser ella
y por ser paso no es sino su huella
en la memoria..? Si ya hoy lo que yo era
no es lo que soy: ¿El hoy no es una espera
de alguien hacia quien voy sin saber cuándo
me alcanzará y soy yo y me está llevando..?
.
“Uno de esos narradores que sueñan con ser poetas”, se dice, o se decía, de Fogwill. ¿Habrán leído esos que lo decían o dicen, los poemas de Partes del todo? Y, si los leyeron, ¿a qué entonces llaman “ser poeta”? No son muchos, por lo que sé, entre los que escribieron o escriben poesía en este país, los que lo ponen a uno en posición de interrogarse y desatar el pensamiento sin medida, como lo pone, por ejemplo, este soneto. Pensamiento poético, digo, pensamiento hecho de puro movimiento, como sólo puede llevarlo a cablo cierta poesía (Quevedo digamos, digamos el Eliot de Cuatro Cuartetos, quizá Girri). Obvio que el que resuena es Calderón de la Barca, porque este Fogwill, o esta faceta de Fogwill, es radicalmente barroco. No neobarroco: barroco, maestro del desasosiego. Nadie pasa intacto por ahí, si lo que de veras hace es pasar, hacerse cargo de lo que la escritura le propone poner de sí en marcha. Algo más: Fogwill, el provocador, el vanguardista, escribía sonetos, y cómo.escribía sonetos. Como si, mucho más que la posición social del escritor o del poeta, o que su lugar en el relato llamado "literatura" o "historia de la literatura", fuera la escritura lo que le importaba. Esa capacidad de volver ciertas y necesarias a las palabras.