Gabriel Pantoja
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Césped amplio con un fondo sobre el que aparece una vaca algo alejada del árbol de donde sale el punto de vista y luego aparece otra más cerca del punto de vista pero en la que no se alcanza a distinguir ya si es vaca o toro y si está pastando o lamiendo como hilo de fuego su sombra o la del árbol
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esto era el título del poema.
Ahora viene el poema:
puf.
Así es como se acabó el
poema y es
todo
lo que podía
si hubiese llegado a
decir, el
poema, algo
del poder
y ya.
¿Jueguito? ¿Ocurrencia ingeniosa? ¿Truquito para impresionar a los colegas? Va a haber, probablemente, quienes lo vean así. A mí, aunque no dejé de hacerme esas preguntas, fue buena y fuerte la impresión que me produjo este poema de Gabriel Pantoja: el modo en que reconsidera, pone en cuestión y reelabora las funciones del título y de la idea de "poema" es como un flash que despierta. Y lo hace bellamente, con una lucidez enorme (incluso política, hasta donde alcanzo a ver) y un disfrutable sentido del humor. Vengo pensando últimamente que uno de los mejores modos que encuentra la poesía para sostenerse (como potencia poética, como irreductibilidad) en estos tiempos de aplanamiento, descentramiento y falta de referencias viene siendo el interrogarse sobre la propia poesía. Como tema, pero también, y muy especialmente, en la práctica misma de la escritura.