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Francisco Urondo

 

La petite sensación

​

La arena eterna y movediza
de tu vientre; tu espalda –almohada del amor-, los
desfiladeros, las cumbres de tu cuerpo; las imperfecciones
que enternece. La voluntad
de ser libres, como cualquier país
subdesarrollado, enceguecido, dispuesto a la guerra. Hetaira
que busca su aire y su placer
compitiendo inútilmente con el brazo de mi privilegio.

El muslo enjoyado, el montón
de trigo que baja de tu cintura hebrea, los dos
cabritos, la torre
del cuello; sos
hermosa como los racimos, como las manzanas, como el sabor
de tu paladar. A levantarse,
mi amor, a salir a los campos,
a ventilar esta ciudad inseparable y maldita.

Aspiraba a muy poco. Sólo
quería el sol de tu cuerpo y las desdichas
de este mundo. Pretendía
las alternativas
del tiempo que raspa el alma y la luz
del testigo y del combatiente. Más tarde,
supe que el precio de
todo amor, de toda compañía, de toda liberación,
de toda esperanza, era la propia vida, que tampoco dispone.

​

El placer de leer, de meterse en la lectura como quien va a transitar un camino o atravesar un territorio, a ver qué le pasa con lo que va encontrando. Urondo era (es) un maestro para eso. Como quien no quiere la cosa, empieza con una imagen sustantiva, presenta algo a consideración, lo lleva a uno a atender a eso que tiene ahí, y después va complejizando esa realidad que expone, mientras introduce en la operación comparaciones y analogías que llevan a otras dimensiones de la vida (políticas, existenciales, literarias, culturales en general) y es particularmente sustancioso e inagotable el trabajo que eso le propone a la mente y la imaginación, tanto como la capacidad de comprometerlo a uno, el lector, en lo que uno percibe, a que uno se sienta de alguna manera aludido, a que uno reconozca en eso algo a lo que no es ajeno y acerca de lo cual uno no puede, de algún modo, conscientemente o no, interrogarse. Hasta, en el caso de este poema, ese final que llega como una revelación, el encuentro con una sabiduría: "supe que el precio de/ todo amor, de toda compañía, de toda liberación,/ de toda esperanza, era la propia vida, que tampoco dispone." "Poesía existencial", tiendo a llamar a eso que tanto me entusiasma en unos cuantos autores de principios de la última mitad del siglo pasado y que Urondo hace mejor que nadie.

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