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Pablo Seguí

 

La calle. Pasan chicos.
Madrugada. Vendrán
de algún baile (no es viernes,
no es de La Mona). Gritan
de a ratos, como haciendo
huecos en la penumbra.
No habrá nadie, mañana,
a quien contárselo.

​

Tanto en tan pocas palabras, y en torno de una situación tan poco o nada "especial". Pablo Seguí la registra con frases breves y precisas, casi por completo carentes de vuelo retórico: es al montaje al que se debe la austera y tocante gracia o fuerza de esa sucesión de frases, a lo que suscita la disposición de sonidos y sentidos (debido a la restricción de atenerse al heptasílabo, supongo). Pero no sería tanto lo que a uno le pasa al leer si no irrumpiera, pasando la mitad del poema, "como haciendo huecos en la penumbra". "Epa", uno se dice, ¡¡"huecos en la penumbra"!!!, como pasmado por lo que le reverbera en la mente. La exacta e hiperliteral frase de las dos últimas líneas, con su franca contundencia, no sólo cierra la experiencia y la completa sino la complejiza, le agrega otra dimensión, queda latiendo ahí algo que tiene que ver con la incompletud de lo humano.

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