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Enrique Lihn

 

Los anónimos de siempre disparan en la noche
a la que no se puede entrar de la que no se puede salir
coto de caza y placer de las hienas
Los leones mismos se pervertirían si tuvieran como ellas la exclusividad de la selva.
Suenan esos disparos como algodón en los oídos
empapados de nuestra sordera son el éter que nos trae la noche
y henos aquí tendidos en nuestros lechos de operaciones
Mañana habrá muertos, eso es todo
Mejor que se guarden la noticia
Por sus prontuarios no los conoceréis.
Un coto de caza del tamaño del país
para que no haya que darle explicaciones a nadie.
Se descansa en la prohibición de entrar en la zona de peligro
el corazón, órgano del miedo, funciona bien bajo las balas del éter
Dormir en paz, ya que no lo hacen los muertos.
Estas líneas fueron escritas
con el canto de la goma de borrar.

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Algunas veces ocurre: el gusto de dar a conocer un muy buen poema y la necesidad de "hacer algo" ante una situación política coinciden. No es, por supuesto, que el poema vaya a cambiar algo en la situación política, es que a esa situación la tiene uno en la mente cubriendo en gran medida el horizonte, y lo que uno diga o haga debería estar cargado --eso uno siente-- de lo que ahí resuena, si es que los actos que uno lleva a cabo tienen algo que ver con lo que a uno le pasa. "Disparan en la noche" parece haber sido escrito ayer en Chile, da cuenta de la sensación que a uno le produce todo eso de lo que se va enterando, y --supone uno-- de lo que deben estar viviendo tantos chilenos, una vez más, aunque en la realidad de estos días debe estar también muy presente otro aspecto de la situación, que en el poema de Lihn no aparece: las ganas de salir a dar pelea, la superación del miedo. En eso, son distintas las circunstancias, pero el clima y el trasfondo son los mismos, y la lucidez con que Lihn va desplegando la sucesión de observaciones y pensamientos hace que la lectura en sí misma sea un ejercicio esclarecedor: no hay coartadas, no hay bellas ilusiones en las que refugiarse, no hay escapatoria, la realidad está ahí. La precisión de las frases, la falta de pathos y de gestos de familiaridad ideológica o de cualquier otro tipo, hacen que al propio lector le toque hacerse cargo de lo que pasa ante los ojos de su imaginación, y en eso, y también en el discreto uso de una ironía amarga, a esta faceta de Lihn la encuentro muy cercana a la poesía de Giannuzzi. La tremenda sensación de que las palabras tienen su razón de estar ahí, de que en algo pueden las palabras dar alguna cuenta de lo que excede a las palabras.
 

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