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Mario Arteca

 

Sic a la redundancia

a Osías Stutman

 

Te sorprendieron escuchando misa
de oraciones cortas para personas
sin capacidad de decir algo nuevo
y con herramientas pasadas de moda.
La novedad, esa enfermedad terminal
de todo proyecto productivo, se muestra
delante tuyo como un juego de sábanas
recién lavadas, y donde su perfume
recuerda el sitio al que siempre
quisiste pertenecer, si no hubieses
estado antes de haberlo imaginado.
Las personas que a veces escriben,
se cubren los pies con pantuflas
de cuero muy gastadas y despachan
a quienes fuesen por su grosero
humor de cuadra. Hasta el perro
que lame su ojo lastimado, después
de una derrota callejera, supone
que toda retrospectiva es memoria
contemporánea. Nada permanece
en la órbita del acontecimiento.
La poesía se transformó en música
en vivo guardada para más adelante.

La poesía, la escritura desde un estado de disponibilidad poética, permite a veces la irrupción de núcleos inapelables de verdad, revelaciones que por otra vía no se habrían podido concretar. Mario Arteca lo hizo otra vez.

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