Pablo Anania
Grietas
Hacia mediados del siglo XV
surgió un verbo en el habla
humana que del latín
dio de pleno en el sumidero
de mi conciencia y se quedó allí
por años a reposar: discrěpare/
discrěpare, disonare, que no
por casualidad formó al italiano
crepare, grieta, contracción
de crépita, participio del salvaje
crepare, reventar.
¿No decía Freud que todo
el mundo es loco? ¿Y Lacan
no decía que por las grietas
del inconsciente abrimos
los muros de la historia y que
si no hay grietas en tu mente
hay que abrirla a golpes de machete
hasta que entren las ideas
o hasta hacerla crepar?
Ah los verbos y las mentes
burguesas, temerosas,
los locos de atar, las inocentes
alicias de los espejos y los faltos
de rapport emocional... No hay
peligro, ¿por qué se habrían
de contagiar?
Niebla en las ventanas siempre ciega
el mundo exterior. Tu mundo desaparece
por las grietas del alma. Nada,
ni siquiera una rama flota
en el aire espeso, nada conmueve
las aguas dóciles de tus lagrimales.
Una autoridad en materia de climas
irrumpe desde la televisión, habla
de las grietas del cielo, tus grietas,
algo dice de tu cielo y algo
de la salida y de la puesta del sol.
Algo oculto hay -dice- en ese tránsito
que no se revela en el paisaje misterioso.
No alcanzo a ver razón alguna -¿lo dice?-
por este amor obstinado que me ciega.
Mientras alguien atrás suyo ríe
con ganas, alguien suplica y se maldice,
alguien codicia ser inmune al olvido.
Poesía reflexiva. El poema como una deriva reflexiva, según una lógica de la asociación aparentemente casual y de una entonación que dicta a la escritura sus leyes, de manera a la vez tensa y serena, con cada sustantivo, cada verbo y cada adjetivo ubicándose en donde le toca, lejos de cualquier previsibilidad. Lo que Pablo Anania pone en juego a partir de lo que en torno de "disentir", "crepar" y "grieta" se aglutina.