Lucas Peralta
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Habrá que masticar al mundo y así agotar toda
obsesión o cómo hacer versos y masticar
piedras y elementos de origen. Nuevamente, la
materia es fuente, lenguaje y horizonte que reclama.
No basta con aquello que las palabras significan, sino
con lo que callan. La falta de forma busca su ser, su estrépito.
La tarea delimita caminos que encierran
este enjambre de la poesía y su imposibilidad.
En torno a las palabras de enlace, a las cuevas
displicentes del verso, habrá que vallejear
en empeño diligente todo denuedo y cruce mutuo.
Persistencia y derredor en la tregua, tantear el
complot vencedor cuando se dice. Si verbo y hambre
no vivencian en yunta, la imposibilidad del lenguaje
gana o parece reducir la emergencia estruendosa
gramatical, semigramatical o agramatical.
Persistencia y derredor en la tregua, tantear el
complot vencedor cuando se dice.
Habla seca, inconclusa. O ese lugar erial en el
lenguaje donde toda segunda lectura denota y
reconstruye esquemas indicadores y niveles en
recluso de ser.
Si la escritura o el mensaje escrito fingen decir, la
poesía, así, no tendrá ni tiempo ni espacio propio,
sino componentes sintácticos que se engendran en
base de rótulos. Esta complejidad y su nivelación
sanea y reubica nuevos diálogos, descolla sueños,
cobija sacrificios y reformula componentes de
producción en profundos signos antagónicos.
Entonces, la página en blanco continuará siéndolo.
En demasía, a rabiar, en un raudal de palabras al pedo
como rasgos hartos ya de cualidades y opciones
sonoras en la refriega.
Dificultad. Conflicto. Esto es lo que suplementa todo hecho poético.
....
Poesía lanzada a reflexionar, pero a reflexionar poéticamente, es decir a través de la puesta en escena de las palabras en movimiento, su materialidad puesta en juego tanto como su apuesta a «decir», nunca resuelta del todo y siempre irrenunciable. Poesía que piensa y da a pensar o reclama pensamiento la de Lucas Peralta, que a través del cuestionamiento de la escritura, de la de la poesía misma ante todo, lleva a cuestionar los modos de estar en el mundo, que es un mundo en disputa siempre, no apto para desentendidos ni para espíritus puros ni para que basten las buenas intenciones o la claridad ideológica en la aventura de encararlo. Todo fluyendo, todo en una sucesión temporal que no da respiro. No sé de nada parecido a lo que con el arrojo integral de su escritura hace Peralta, uno de los autores que están demostrando en Argentina que nunca la rimbaudiana búsqueda de otras posibilidades para el trabajo con la palabra, y por medio de las palabras, puede cerrarse, que tampoco hay fin de la historia alguna en este rubro.