Hernán Bravo Varela
Diario, 39
Oh Fortuna,
cual la luna,
que es por natura mudable,
siempre creces
o decreces;
esta vida miserable
neciamente
de la mente
la agudeza quita o vuelve;
la pobreza
y riqueza
como al hielo las disuelve.*
Los goliardos
—esos bardos
traducidos por Requena—
no dejaron
ni cantaron
sino al mundo en cuarentena.
Medieval
o global,
seguimos en él girando
sin hacer
lo que ayer
no tenía para cuándo.
Todos juntos
(ya difuntos
o en espera, por lo menos)
resistimos,
confundimos
al día soleado con truenos;
a la luna,
con alguna
medalla al valor de plata;
a la puerta
nunca abierta,
con el tema que se trata.
Lo que somos
tiene cómos,
también sus peros y qués,
pero ahora
nos devora
lo que no vemos y es
exterior
—y, peor,
su autoría es de nosotros,
y el adagio
del contagio:
"El infierno son los otros".
Oh personas
en sus zonas
de confort y de misterio,
que se sientan
y lamentan
su ficción de cautiverio:
nada es falso,
ni el cadalso
donde penden cuello y suerte;
nada es cierto,
ni ese muerto
que desconfía de la muerte.
* Poesía goliárdica (Miguel Requena, traducción métrica)
La creatividad, la resuelta inventiva que es capaz de desatar la vida en cuarentena. Dentro del sustancioso "Diario" que, a partir de esa situación, viene escribiendo, en forma de poesía, Hernán Bravo Varela, el encuentro con el desenfado entre grotesco y festivo de los poetas goliardos, siempre vital, siempre incisivo, produce un extraño y revelador efecto. Algo de lo que asociamos con "lo medieval" se ha vuelto, de pronto, actualísmo: lo que ahí está rondando es, ahora y entonces, la muerte, más concreta que nunca. Qué más cabe, en ese caso, que reirnos, como quien toca una verdad liberadora, de nosotros mismos.