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Luis Eduardo Aute

 

Aleluya

 

Una lágrima en la mano,
un suspiro muy cercano,
una historia que termina,
una piel que no respira,
una nube desgarrada,
una sangre derramada,
aleluya.

Gritos mudos que suplican,
una tierra que palpita,
la sonrisa de un recuerdo,
la mentira de un te quiero,
unos cuerpos que se anudan,
una niña que pregunta,
aleluya.

Mil silencios de un olvido,
un amor que se ha perdido,
tres guirnaldas en el pelo,
el aliento de unos besos,
el perdón de los pecados,
unos pies que están clavados,
aleluya.

La razón de la locura,
una luz de luna oscura,
unos ojos en la noche,
una voz que no se oye,
una llama que se apaga,
una vida que se acaba,
aleluya.

Sombras sobre luces
en la clara oscuridad
de este mundo absurdo
que no sabe adónde va,
aleluya, aleluya, aleluya.

Una madre que amamanta,
tengo seca la garganta,
el color de un tiempo abierto,
un mañana siempre incierto,
el sudor en una frente,
el dolor de aquella gente,
aleluya.

Una llaga que se cierra,
una herida que se entierra,
unos labios temblorosos,
unos brazos calurosos,
dos palabras en la arena,
una ola se las lleva,
aleluya.

Un reloj con treinta horas,
el cartel de no funciona,
una piedra en el vacío,
otra piedra en el sentido,
una lluvia en el alma,
un incendio en las entrañas,
aleluya.

Unos pasos sin destino
por cuarenta mil caminos,
un acorde disonante,
nueve infiernos sin el Dante,
unas flores en mi tumba,
siempre nunca, nunca, nunca,
aleluya.

No voy a olvidar nunca el impacto que me produjo oírlo por primera vez, allá en la Prehistoria. Una conmoción. Tanta intensidad poética, tanta capacidad de tocar justo puntos sensibles con las palabras justas, y cantado de esta manera, con voz grave y sin énfasis, como permitiendo a las palabras que hagan lo que tienen que hacer. Nunca había visto (oído) nada así: la figura del cantautor poeta vino después, con Serrat, quien, sobre todo con "Mi poema", parecía continuar el rumbo (incluso durante algún tiempo los confundí). Y poco a poco, mientras seguía desplegando su enorme creatividad y su apuesta a la calidad artística, en varios terrenos, Luis Eduardo Aute fue quedando en un segundo o tercer o cuarto plano. Por mucho tiempo no supe nada de él hasta su participación, en un recital de homenaje al Che y a las Madres en Ferro, en el 97, con Silvio Rodríguez, Viglietti y Chico Buarque, entre otros (fue memorable la silbatina a Patricio Etchegaray cuando quiso capitalizar el acto para su partido): seguía ahí, era el Aute de siempre, y aun mejor. Después, You Tube y Megaupload mediante, fui reencontrándome con sus canciones (muy particularmente me gusta el disco que hicieron juntos él y Silvio Rodríguez) y, sí, abundan los motivos para que ahora, al despedirlo, le agradezca inmensamente.
PD: voy a hacerlo. Voy a hacer algo que, cuando lo hacen otros, me da vergüenza ajena, pero es más fuerte que yo: pude tratarlo, durante una lectura de poemas en Atenas, y me parecía increíble estar ahí, compartiendo un escenario con Aute. Después vimos un cortometraje suyo, compartimos con los otros participantes unas copas, y en ningún momento me atreví a decirle cuánto lo admiraba.

 

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