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Juan Gelman

 

Allí

 

Nadie te enseña a ser vaca.
Nadie te enseña a volar en el espanto.
Mataron y mataron compañeros y
nadie te enseña a hacerlos de nuevo. ¿Hay
que romper la memoria para
que se vacíe? Miro
navegar rostros en mi sangre y me digo
que no murieron aún.
Pero mueren aún.
¿Qué hago mirando cada rostro?
¿Muero en ellos cada vez?
En alguna telita del futuro habrán escrito
sus nombres. Pero
la verdad es que están muertos,
Alzan sueños sin método contra
la vida chiquita.

​

Lo más difícil de todo, lo casi imposible: la verdad. Mirar la verdad, no alguna de sus versiones, no lo que presentan como verdad los filtros que ponemos para no deshacernos, incluida la verdad que está ahí, en uno, peleándose con la verdad que está afuera, y en uno también. Y la más verdadera de las verdades, y por eso más difícil, la irrevocable, la que no hay cómo aceptar. Poner en palabras la verdad para mirarla, como descarnado, como quien no se acepta las coartadas. No para decir "es así" y ya está: para seguir adelante, en la verdad, con la verdad, sin tener idea de lo que viene, pero adelante. No recuerdo ahora que haya habido quien, en poesía, pudo tanto hacerse cargo de esa manera insoportable de la verdad, vigente e insoportable, como Juan Gelman.

 

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