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Alberto Cisnero

no sólo te interesaba el humo de tu tabaco,
no sólo barrías delante de tu puerta.
tampoco te dedicaste a conceder entrevistas
por subalternos motivos de publicidad,
ni a apoderarte de una tesis, de tus penas
sentimentales y tus malas digestiones
para intentar un libro social. o de realismo
sucio destinado a jóvenes ociosos y educados
(que hacen, hicieron o harían sus progromos,
su aguda selección de amigos y secuaces,
en el desbande de banderas, conchabos
y subsidios del erario). y esperabas muchas
aventuras de la vida. con sereno esplendor.
para que no se apagase el sol y la continua
dilación del azul. desde el año diez de la república,
decimoctavo mes de ventoso, veintiséis
de febrero, diez y media de la noche.


No puede no impactarme y mucho. Es cierto: creo saber quién es la segunda persona a la que se dirige el poema y cuál es la circunstancia en que estas palabras irrumpen, y eso hace que entren en juego otros factores, pero difícilmente sea por eso, solamente, que me produce la admiración que me produce. No conozco un solo poema de Alberto Cisnero que no sea más que bueno, que no presente una escritura consistente, singular, cargada de vida vivida, con lo que eso implica de contradictorio y de potente, y muy atenta a la vez, o por eso mismo, a la vida palpitante de las frases y las palabras, siempre jugada. Pero muy pocas veces como en esta encuentro en un poema una carga tan potente de todo eso, tanta verdad descarnada resuelta en firme y armónica música verbal, tanta apuesta a poner en juego lo que importa, lo que reclama salir a la cancha, bueno o malo. No sólo por lo que sé o creo saber de las posibles referencias, este poema me pega muy personalmente.

 

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