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Cristián Gómez Olivares​

​

Padre
 1.


El hombre de acero está durmiendo pero la autopista
no parece darse cuenta. Cabecea de brazos cruzados
como inmutable copiloto que prefiere guardar silencio
mientras el camino cubra esa distancia equivalente
a un futuro que no parece tenerlo contemplado. Una
cámara fotografía el número de nuestra patente
para que a nadie le queden dudas de que intentamos
escapar de los efectos más tóxicos de la criptonita
pero no pudimos: el hombre de acero va muriendo
sin que nada podamos hacer para despertarlo. Abre
los ojos pero no mira porque la carretera no le pertenece
si no ha manejado a más de noventa por el carril
que lo devuelva hasta Santiago. Cuando llegamos
finalmente al aeropuerto y le digo viejo, despierta,
ya estamos, parece recordar que las autopistas son
un sueño, aunque la visión de rayos X ahora le falle
y ni siquiera pueda cargar sus maletas. El cigarrillo
le renueva las energías, casi podría decir que alcanza
a despertarlo. ¿Cómo andai de plata?, me pregunta
antes de despedirse, no vayamos a confundirnos
por un par de pestañadas, el hombre de acero
nunca le tuvo miedo a la gramática, es preferible
que el barco se hunda a nadar sin haber aprendido
sobre las aguas de un mar que no puede enseñarle
otra cosa que no sea a despedirse: el último llamado
a los pasajeros es nuestra forma de escribir en el cielo.
Mi padre es adiós. La clase turista mi país. 

.....
La ficción como vía para que el acontecimiento lírico sea no una expresión sino un hecho. Se cuenta algo que ocurre u ocurrió, de una manera desapasionada, "objetiva", como quien se limita a registrar lo que pasa o lo que recuerda, para que en esa construcción ficticia, a través de una escritura sagaz (el cuidado y la extrema precisión con que son elegidas las palabras y organizadas las frases), se concrete una fortísima experiencia vivida. Por el modo tranquilo en que las frases transcurren, por la actitud discreta y renuente a cualquier subrayado o explicitación, al lector le toca revivirlo, como si fuera su propia experiencia, cada vez que vuelve al texto, y hacerse cargo de los inagotables interrogantes tácitos que animan esos tramos de vida.
 

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