Mario Arteca
Perros e ingleses
“Qué se hizo del brillo íntimo de lo colectivo”
Roberto Appratto
Por eso atrasar los relojes unos minutos
no será de gran utilidad, ya que el tiempo
es suficiente motivo ante el engaño
del tiempo. En este momento, estás
en un negocio chino atendido por sus chinos
y repleto de paraguas que se desarman
ni bien son abiertos, porque para ellos
también el momento de reparación siempre
fue otro, uno que se encuentra en el instante
preciso de ponerse en venta. Una pareja
recién descubierta guarda silencio,
porque alguno de los dos llegó antes
que el otro. No es menos temprano
que tarde, aunque, de alguna manera,
todo termina en la misma dirección,
y en secreto. Casi una boutade:
no se vuelve al primer amor, sino
a la segunda muerte. Ahora tocás
esa superficie que supone tener capas
de tierra acumulada. No es algo tuyo,
pero podría pertenecerte. El tiempo
les sucede a todos sin que fuera
necesariamente tu propia casa.
Hubo una época, cuando los árbitros
de fútbol eran poco confiables
en Argentina, en que se decidió
reemplazarlos por otros, ingleses,
y que por una razón menos válida
que la primera, manejaban un idioma
cercano al juego que ellos mismos
habían creado. Fue una muestra más
de cómo la materia prima es sacrificada
en un país destinado sólo al ensamblado
de piezas extranjeras, y por esa única
razón te convenciste de que lo relevante
son las personas, no su trayecto.
Mr Hartles, Mr Dean, Mr Provan,
Mr Gibbs, Mr Corx. Miramos arriba
y no vemos nada, pero al dirigirnos
hacia abajo asoma el deseo de pertenecer
al centro de la tierra, y así explotar
sin elegancia como babosas regadas
en sal. ¿Y dónde están los perros?
Los perros deambulan por la gramilla,
tan perdidos como felices. En ese orden.
"Volviendo a las andadas", dice Mario Arteca, y postea este poema. Le hizo caso al presi: volver para ser mejores. Esa manera de encadenar tramos de sensaciones puntuales y de pensamiento, con las palabras justas y la serenidad de ánimo de un esteta. Hasta con lugar para la lucidez política: "una muestra más de cómo la materia prima es sacrificada/ en un país destinado sólo al ensamblado / de piezas extranjeras". Un arte del montaje que uno disfruta como quien se permite otro modo de llevarse con la realidad, menos programado y más lúdico. Reconocer, a la manera de quien escucha buena música, las inasibles relaciones que entre sí tal vez mantengan los varios mundos en que vivimos a la vez.