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Emilia Carabajal

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La tierra, los maizales, los gusanos,
Las chispas, el incendio, la ceniza,
El témpano, el estrépito, la triza,
El éxodo, el apuro, los ancianos,
.
La máquina, el muñón, los cirujanos,
La cumbre, los abismos, la cornisa,
Los cargos, el patíbulo, la misa,
La súplica, el verdugo, los hermanos,
.
El barrio, los baldíos, el concreto,
La ley, la urbanidad, los desalojos,
El juez, los policías, el decreto,
.
El mar, las peripecias, los arrojos,
La brújula, el compás, el amuleto,
Los vientos, el naufragio, los despojos.

.....

 

Eso de que el soneto era pasado, objeto de museo que ya no tiene lugar fuera del respectivo anaquel donde se lo ve como resto fósil ("ese moldecito de budín", decía, burlonamente, Tuñón), no corre más. Desde hace unos cuantos años ya, Mariano Shifman viene probando, con muy disfrutables resultados a veces, todo lo que la técnica de sujetarse a catorce versos, casi siempre endecasílabos y sometidos a un estricto régimen de rimas, puede desatar en la imaginación, la creatividad y la inteligencia de quien acepta el desafío de los límites. Más cerca fue Guillermo Saavedra el que se largó en esa dirección y mucho de lo que subido a esa onda escribió lo tengo guardado para releerlo de vez en cuando, por admirable, por revelador e incitante. Y ahora lo encuentro al soneto en un post de Emilia Carabajal, por lo que sé una chica muy joven y que además tiende, no exactamente en este caso, al retorno a una tradición clásica, pero clásica en serio: los clásicos griegos, su modo de establecer el semblante de la escritura, su impersonalidad, su vocación de altura. Va como información nomás: lo que cuenta es el poema, el soneto, este soneto, lo que pasa al leer esa sucesión de sustantivos sin más que, nomás por el modo en que van ubicándose a lo largo de los versos, en una suerte de contradictorio crescendo, algo, mucho, "dicen". No porque explícitamente lo digan, sino por presencia, por lo que van estableciendo en la mente los objetos verbales, cada uno con su propio peso, su propia actitud, sus connotaciones siempre tan vinculadas a nuestras experiencias. ¿No hay una visión ahí, una toma de posición, un ponerse en juego? ¿No nos interroga?

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