Alberto Cisnero
el plan siempre fue incendiar todo.nunca
fueron buenos tiempos para la lírica.clase setenta
y cinco,entre ezeiza y el golpe,oh, mi generación,
hiperinflaciones, trueque y año uno del siglo. toda merca
sin cortar. y ahora de vuelta al país de los bolsones
de comida y de los disparos por la espalda.
así que nada de faunos,ninfas,sátiros o centauros
por acá. la naturaleza hace su trabajo, damnifica.
nada de interludios líricos de pura beatitud
pagana. ni de ropa limpia.no se trata de elegir
entre dos cosas. ni de deserciones, para ello
los hombres del partido.adonde vayan los iremos
a buscar. rara vez invito a alguien a entrar a casa.
y desde afuera no vas a ver mucho.nos juntamos
con los que beben parecido, nos hundimos lentamente
en la tierra. y no escribimos, reaccionamos.
Sí, claro que la poesía puede ("puede", digo, no "debe") hacerse cargo de eso que pasa y nos envuelve y nos afecta, y/o darle cauce a eso que pasa y/o permitirle manifestarse, o simplemente permitirle a uno volcar en una construcción de palabras lo indecible que nos suscita eso eso que pasa. Puede, sí, claro, y qué bien que pueda, pero puede, de veras puede, cuando elige en primer lugar ser poesía, esto es no un "salir a decir algo" o "a expresar algo" sino ver qué de ese bullir va concretándose en escritura que existe por sí misma, con vida propia, no para enseñar ni indicar nada sino para desnaturalizar, ponerlo a uno en situación de asumir y preguntarse, incluso a uno mismo. Ya lo hizo varias veces Alberto Cisnero y ahora, acá, lo hace mejor que nunca.