San Juan de la Cruz
Tras de un lance amoroso
Tras de un amoroso lance
y no de esperanza falto
volé tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y con todo, en este trance,
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.
Cuanto más alto subía,
deslumbróseme la vista;
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance,
di un ciego y oscuro salto
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba.
Dije: No habrá quien alcance.
Abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza de cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
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Encontrármelo de pronto, así, en un post de Emi Ly, fue verlo al poema de San Juan de la Cruz como desconocido. Un conocido desconocido, mejor, y sentir como un singular disfrute el leve impacto de las palabras en el alma. El alto valor de las repeticiones, que, lejos de impedir que el poema avance, al avance lo sostienen, además de que, cada vez que se vuelve a lo dicho, se impregna uno mejor de eso a lo que se volvió. Y la capacidad de Yepes de hacer tanto con tan poco, y a ese poco, además, moverlo a través de una delicada música silenciosa, tenue y a la vez firme, como deben ser las oraciones que buscan "tocar" algo. Tanto como lo mucho y bello que "dice" lo que se dice, "dice" también eso que, a través de la construcción del decir, sin ser dicho, transcurre.