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Susana Cella

​

Ala de colobrí
.
Luminando como un recuerdo sumergido
en la superficie del agua, una palabra,
y tal vez su matiz y temblor sea casual,
aunque mucho duela
Pero la ley secuela, la de atrapar
tal vez y tal, ahí arriba y más abajo
nos ordena elegir qué acto, sustancia, o potencial.

.
A lo que respondo: 
.
En fachadas anidan rumores y fachada es tanto más o
qué me desafía a desligarla de sustrato esencial o de existir
en cotidiano misterio atorrante
en parpadeantes reflejos que
por entreaguados y entrevistos´
signan su presencia carnal
.
Sin bordeos definidos de verbo o sustantivo,
abrigo
el cuerpo dulcemente penetrado por agua limpia. 
Y ahí les queden simples seres de podrida flotación
como la de un perro hinchado, ala de colibrí.
.
.
Usurera y egoísta
.
Cuán se alarva la rabia
se muerde los talones
y no ceja su ondín de estercoles
.
cuán más se incrusta
en alma derruida 
.
araña y hosquea
consumiendo fuerte 
aun si magra tentativa
.
por ser tan poca cosa
pobre ira mezquina.
.
.
Limosna

.
Su limosna es mi sueldo. Dios se lo pague.
Enrique Lihn

.
Nómade
Más no dé
Manos de
De manos
No da más
No damas
Damas no
Dama juego de
Juego de manos
Manos de ruego
Manos de fuego
Juego 
Fuego
No más de
.
.
El resto

What are the roots that clash, what branches grow
Out his stony rubbsih?
T. S. Eliot, The Waste Land

.
Temerosa palabra, 
temible salto, 
los rigores de la buena y mala fe. 
De vos me atraganto y espero revancha. 
Uh, empleo. 
.
Cumplí tu sentencia, 
dame y dame son repujos inaudibles
arañazos desesperados por intangibles
acaeciendo redondos
en el yermo solo, sin tráficos ni mugres.
.
Y aun el yermo solo espera
contra todo designio de su estirpe,
rigores, angostadas, miedo y lances
solo por ser bien rociado.
.
.
Umbrales
.
Si el dintel es pardo
la descarnada puerta se abre
para mostrar un escalón bajo
de madera podrida
y chirrían los goznes oxidados 
que sostienen la puerta
enristrada de rajaduras.
Y si es de lustrado mármol
traslúcida esbelta
guarnecida y con fuerza
de autoridad conferida
esplendente sin ruido
se entorna suave
.
Pero ambas no dejan sino
la expectativa de pasar
para ver o tocar
la grandiosa presencia 
que no está del otro lado.


…..

 


Pasa, suele pasar, que, a poco de entrar, uno se pierde: ¿a qué íbamos? ¿de qué se estaba tratando? Hay que volver entonces y empezar muy despierta la reconsideración para al fin desembocar en “eso”, algo así como una revelación —la revelación de lo que nomás está, lo que nomás sucede y afecta—, que, así como se produce, es también un choque, no para concluir en nada ni dejar enseñanza (los finales, más que cerrar, abren, son como cortes) sino para que algo quede plantado en las mentes, duro como duras suelen ser las cuestiones de las que esta poesía se ocupa. Y, mientras tanto, entre los distintos pasos que llevó hacer ese trabajo, palabras, imágenes, sintagmas, fueron asentándose por su propio peso, el que les viene de lo sonoro, de las resonancias semánticas y de lo que produce como extrañeza su irrupción (“podrida flotación”, “alarva”, “ondín de estercoles”, “luminando”, “atorrante”, “entreaguadas”, “repujos”, “yermo solo, sin tráficos ni mugres”). Se ha mencionado a Lezama Lima y Vallejo para presentar la poesía de Susana Cella, y algo de Vallejo, sí, se percibe, pero más cerca lo encuentro al verso libre de Martí: “amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, ardiente y arrollador como una lengua de lava”, aunque en este caso el impulso arrollador de la lava deba a menudo detenerse o cambiar su ritmo ante roquedales que se le interponen o sumar a su materia rocas u objetos y seres de variada condición que en su impulso encontró.
Decisión. No conozco poesía, excepto el caso, precisamente, de Martí (¿Rimbaud, tal vez?), en la que tan operante esté eso que llamamos “decisión”. Un decir que parece estar golpeándose, como quien obedece a un destino, contra las paredes de lo existente, o, dicho de otro modo, el revoltoso, desequilibrado y arisco drama de vivir en un mundo que no es más ni menos que este mundo. ¿Para qué? Para desembozarlo, hacer que deje de hacerse el simpático. Una furia existencial motorizada por una ética ansiosa, inconciliable con cualquier renuncia o componenda. 
Es que la poesía de Susana Cella, sin remilgos, “dice”: mucho tiene, demasiado, que decir, y lo dice, o se rompe para decirlo. Pero, tanto como está en el “decir” su necesidad de hacerse, también lo está en el de “ser”, en tanto “ser”, en poesía, es fundar materia verbal, materia que nunca se resigna a ser nomás medio para otra cosa, que pugna por su derecho a estar presente, más como desafío e incitación que como regalo. Hay algo de girriano en ese testarudo no entregarse, en esa aversión radical a encantar, a seducir: contra cualquier reclamo de que al lector le sea un paseo el camino, se le imponen trabajos a llevar a cabo, y habemos lectores que se lo agradecemos. De esa irresoluble tensión entre el decir y el ser materia poética están hechas la inusual singularidad y la potencia de esta brava escritura.


(poemas de "La fuga del infinito mordido", Barnacle, 2021)

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