top of page

Cesare Pavese

Un recuerdo

No hay hombre que llegue a dejar una marca

sobre ella. Cuanto ha sido, se disipa en un sueño,

como la calle en una mañana, y sólo queda ella.

Si no fuese rozada la frente por un instante,

parecería perpleja. Sonríen las mejillas,

cada vez.

Ni siquiera se acumulan los días

sobre su mirada para cambiar la sonrisa ligera

que irradia hacia las cosas. Con dura firmeza

hace cada cosa, pero parece siempre la primera vez;

sin embargo vive hasta el último instante. Se entreabre

su sólido cuerpo, su mirada ensimismada,

a una voz acallada y un poco ronca: una voz

de hombre cansado. Y ningún cansancio la toca.

Al mirarle la boca, entorna la mirada

esperando: ninguno osaría un arrebato.

Muchos hombres saben de su ambigua sonrisa

o de la arruga imprevista. Si hubo ese hombre

que la supo gimiente, humillada de amor,

paga día tras día, ignorando por quién

ella vive este presente.

Sonríe a solas

la sonrisa más ambigua caminando por la calle.

---

Llegó. La poesía completa, irrevocablemente completa, incluidos los inéditos, publicada así, completa, en un solo volumen, por primera vez en castellano, en traducción de Jorge Aulicino (y de Isaías Garde, un par de poemas en inglés). Buena inversión, debo decirlo: casi 600 páginas la edición de Barnacle, bilingüe como era de desear, con todos los Pavese, no muchos, con los que uno puede encontrarse. Y sobre todo, especialmente en los años de “Trabajar cansa”, eso que solamente Pavese supo hacer, o que nadie como Pavese, y que en mi experiencia personal lo emparenta con Saer: la extraordinariamente precisa, sensible y sutil manera en que un discurso “de prosa”, lo que él llamó “poema-narración”, a bordo de una afinadísima administración rítmica, como para ir recitando el poema en voz baja, en un tono sosegado que parece provenir de una cansada sabiduría, se demora en concretar situaciones, siempre de “gente común”, en las que la agudeza de la mirada y el pensamiento de Pavese, su extrema sensibilidad hacia los detalles del existir humano, crea momentos en que una suerte de verdad existencial se revela (¿lo que Pavese llamaba “mito”?), deslumbrante en su aparente poca importancia. El arte de presentar, complejos e inabarcables, momentos o escenas de una historia que, aun completos en sí mismos, sugieren la historia entera, y uno ahí se introduce o queda introducido, como si lo estuviera viviendo, y siente que tal vez no haya existencia que no tenga algo de sagrado.


 

bottom of page