Alberto Cisnero
19-
por dentro nos politizamos,
¿han oído?, orgánicamente,
yantando lo que se exportaba
para reses y cerdos a ultramar
(esos granos incluían legalmente
restos biocidas, cien veces más
que los destinados a la ingesta
del prójimo). laudo justo: ningún
motivo personal nos inhibió
de organizarnos en los piquetes.
repelimos la agresión. algo
que ciertamente nombraba
a mesas de diálogo, cuadros,
párrocos, cajetillas, ortibas,
pasto rural (aún viven para
contarlo, pródigos en lisuras
y en mecenazgos, que sean
felices). y ahora, ¿qué? uno
tiende a justificarse a sí mismo
porque la vida limita al arte,
pero ninguno ejerce de artista
incomprendido ni de borracho
teatral. gira indiferente el cielo.
recuerdo, es recuerdo impío.
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No sé cómo va a leerlo quien no haya vivido la Argentina de los últimos cuarenta o cincuenta años. Me gana la conmoción que me produce el retrato de su generación, o de una parte de su generación, que Alberto Cisnero lleva a cabo en "Clase 75" y, particularmente, aunque está lejos de ser el único, este poema, el 19. Lo que dice o saca a la luz, sí, lo que pone en juego, sí, pero no sería tanto o no lo tocaría a uno tanto ese decir si no estuviera administrado como está acá: la voz calma, pausada, rítmica y muy firme que sostiene toda la poesía de Cisnero, por un lado (calma que encripta una fuerza a punto de desatarse con violencia y la resolana de una ternura abierta a todo lo que padece el estar ahora y acá en el mundo), y, por el otro, y a fondo, la afinadísima capacidad de encontrar la palabra justa, contundente y viva, cargada de resonancias, y de entreverar las palabras, aprovechando lo que hay de sorpresa y sabrosa mixtura en su heterogeneidad de origen, eludiendo siempre lo unidireccional en el discurso, con algo o mucho de monólogo interior o de oración murmurada a solas. No sé, decía, cómo será la lectura de alguien que no conozca o sospeche qué encierran expresiones como "mesas de diálogo" o "pasto rural" y cómo se desarrollaron los hechos en un país siempre dispuesto a redestrozarse a principios de este siglo, pero no faltan motivos para suponer que, aun para quien no esté al tanto, lo que palpita en el estar ahí de cada palabra y cada frase va a sentirse, como un contacto físico o una experiencia personal. Consejo al, como diría Cisnero, "desocupado lector": deténgase, en una segunda o tercera lectura, en cada frase y cada verso, sus razones tácitas, como masticándolos, palpándolos, sopesándolos, y en sus relaciones con los versos y las frases precedentes y los que los seguirán. Trátelos con cuidado y sin programa, y más que probablemente advertirá que en la exposición de un drama a la vez personal y generacional, asumido hasta la raíz o más allá, hay algo así como una sabiduría que, no por ser intento de sabiduría deja de encontrar algo sustancioso y lo deja a uno con el alma reconsiderando todo y reconsiderándose, como ocurre con todo lo que se vive con el intelecto, las pasiones y la sensibilidad despiertos, decididos a no acomodarse ni rendirse sin por eso reclamar otro heroismo que la pertenencia a un común.