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Raúl Gustavo Aguirre

​

Para vivir

 

Para vivir,
yo busqué un sitio oscuro.
Para vivir.

Para vivir,
practiqué el mimetismo.
Para vivir.

Me compuse mil caras,
mil caras inocentes,
mil caras complacientes.
Para vivir.

Mil caras diferentes,
mi amor, mi buen amor,
mi amor que sólo tienes
la cara del amor.

Yo cavaba la tierra,
callaba, me escondía,
borré todas mis huellas,
me deshice de todo,
mi amor, para vivir.

Para vivir,
yo busqué un sitio puro.
Para vivir.

Para vivir,
sólo había este abismo,
mi amor, para vivir.

​

La ética es, probablemente, una de las principales fuerzas a las que responde la poesía de Raúl Gustavo Aguirre. Qué hacer para vivir, qué sería realmente vivir, sin engañarse y a la vez sin resignarse. Por un lado, la persecución de un esplandor, una iluminación, una plenitud, algo menos mezquino que este consumirse hacia la nada en menesteres preprogramados o sobresaltos de pesadilla, y por el otro una lucidez honesta hasta el grado de aproximarse al escepticismo y que ocasionalmente acepta la desolación, si es el precio a pagar para hacerse cargo de cómo realmente son las cosas, sin renunciar, sin embargo, ni resignarse. Esa ética, digamos de paso, que Aguirre ejercía naturalmente en la relación con los hombres y las mujeres que trataba, y en su dedicación a fondo, como quien ofrenda su vida a una causa, a la poesía.

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