Alberto Girri
Bajo el aspecto acedia
Bajo el aspecto vaciarnos
de cuanto sea amar lo amable,
de vergüenzas por faltas,
lisonjas por aciertos,
de tentarse, exaltarse, abatirse,
como libres atributos de una índole,
de ardides de la escasez: masticar
con violencia para engañar el hambre,
de ficciones de dominio: la mirada
rígida, barbilla que ordena;
vaciándonos, que nuestros
deseos y apegos detengan su girar,
nada que conmueva
este desabrimiento, amarillez
de plantas que se acedan,
y no obstante, vaciedad
a la espera de su propia consunción,
para rehacernos,
inspirando
profundo, hasta los talones,
y zambullirse,
rastrear qué queda
del maltratado humano germen,
y reanimarlo,
que flote
hasta volver a vaciarse.
De eso que se ha dado en llamar "poesía del pensamiento", Girri quizá sea el ejemplo más extremo: tanto la materia del poema es un ejercicio de la reflexión intelectual como el ejercicio de la reflexión intelectual elige para su trabajo la forma "poema". Y es el más extremo por su decisión de renunciar casi por completo a las imágenes, a la sugerencia, al placer sonoro, aunque no a una misicalidad tácita, asentada en la precisa articulación de los versos (cada uno de los versos en sí y el juego que establece la sucesión de versos), de modo de que el pensamiento fluya como fluye una música, ajustado a ritmos y con una afiatada administración de la entonación. Ningún gesto complice, ningún guiño, nada que lo aparte a uno, el lector, de un trabajo de lectura particularmente lúcido e interrogante, nada impaciente ni hedonista. "Qué es lo que está diciéndose ahí, ante uno, que se me está pidiendo que piense o qué oportunidad se me da para hacerlo. Y de qué, en todo eso, me toca hacerme cargo, si me animo de veras a pensar como se me pide que piense ahí".