Juan Gelmán
Qué se sabe?
Del poema, nada. Llega, tiembla
y raspa un fósforo apagado.
¿Se le ve algo? Nada. Tiende una
mano para aferrar
las olitas del tiempo que pasan
por la voz de un jilguero. ¿Qué
agarró? Nada. La
ave se fue a lo no sonado
en un cuarto que gira sin
recordación ni espérames.
Hay muchos nombres en la lluvia.
¿Qué sabe el poema ? Nada.
​
Y es cierto, nada sabemos del poema, porque es un "no saber" lo que hace posible que nos encontremos con eso que viene en el poema o con él. Una sensación que me produce la poesía del Gelman último -sus últimos siete u ocho libros- es que asisto, en la lectura, al intento, siempre imposible, de dar cuenta en la escritura de algo que se niega a ser dicho y que está pidiendo ser dicho, pero no se trata de "decir" sino del movimiento del pensamiento lanzado a indagar en lo enigmático y convocante de la existencia, para que con ese mismo movimiento producir otro pensamiento, otra existencia, el poema, a la que uno se entrega no para saber sino para ir viendo o viviendo lo que en ese recorrido le pasa, como quien toca algo que existe de por sí y, por lo tanto, nunca es aferrable del todo.