Hans Magnus Enzensberger
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En una tarde ociosa, hoy
veo en mi casa
por la puerta abierta de la cocina
un cántaro de leche, una tabla para cortar cebollas,
un plato para el gato.
En la mesa hay un telegrama.
No lo he leído.
En un museo de Ámsterdam
vi en un viejo cuadro
por la puerta abierta de la cocina
un cántaro de leche, una cestilla de pan,
un plato para el gato. En la mesa había una carta. No la leí.
En una casa de verano a orillas del Moscova
vi hace pocas semanas
por la puerta abierta de la cocina
una cestilla de pan, una tabla para cortar cebollas,
un plato para el gato.
En la mesa estaba el periódico. No lo leí.
Por la puerta abierta de la cocina
veo leche derramada,
guerras de treinta años,
lágrimas sobre tablas para cortar cebollas,
misiles antimisiles,
cestillas de pan,
luchas de clases.
Abajo a la izquierda muy arrinconado
veo un plato para el gato.
(Trad.: Richard Gross)
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El juego de la repetición y la variación en la repetición, por un lado, y, por el otro, las imágenes visuales -cierto placer "objetivista" que sabe hacer valer en la letra lo que se presenta ante los ojos- como base para el trabajo del pensamiento, hasta desembocar en un cuadro más de la serie que a la vez da paso a otras escenas. Admiro la inteligencia que se percibe en la escritura de Ensenzberger, su capacidad para presentar del modo más sencillo y revelador las cosas y cómo consigue que una reflexión profunda, impactante, tenga lugar en base a un discurso "no reflexivo".