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Laura Wittner

 

Caminan siete cuadras hacia el subte

Van mis hijos unos metros adelante. La vereda
se irisa, decrece, distrae
y hay columnas, la pared, el árbol.
Los hermanos se ríen de las cosas:
de las cosas propias que son cosas del mundo.
Ella lo empuja con el brazo, él
le encaja la cadera.
La bolsa con cerezas, el vano lemon pie
que les encomendé ya perdieron el aura
rozan los bordes
desafían los nudos
no hacen más que estar a punto de caerse.
Les miro las espaldas y calibro
esa certeza de que ahí van con todo: 
mi ánimo, mi voluntad, mi corazón
las frutas y la torta. Los niños
olvidan la fragilidad de lo que llevan.

​

Son cosas del mundo, sí. De este mundo, archiconocido, transitado, en el que uno se mueve casi automáticamente, y es al detallismo y a la extrañeza, implícitos en una manera de mirar un breve tramo temporal y espacial de ese mundo, a los que debemos la sensación de que "algo pasa ahí", "por algo a uno le importa", como si al mundo, o a ese tramo de mundo, una luz lectora, una mirada, lo volviera "revelador", apto para encontrar revelaciones que, por más modestas y plebeyas que sean (o tal vez más por eso) no dejan de ser revelaciones: algo que a uno, en la mente, se le encendió. Detallismo: detener la atención en algunos detalles del entorno o de las acciones, intensificado por modos de describir que metaforizan o vuelven un poquito delirante o "mágica" la presentación del detalle ("la vereda se irisa, decrece, distrae"). "Extrañeza": lo conocido, lo que nada tiene de sorprendente, es visto como si algo pudiera aún descubrirse ahí, o considerarlo desconocido, aunque no lo sea, como quien se limpia del hollín de la costumbre los ojos. Y en ese percibir y descubrir, el pensamiento que se pone a moverse, tanto el pensamiento del sujeto de la voz poética, que se presenta como componente de lo que se relata, como el pensamiento del poema, casi filosofico, que estalla al final, conmovedor: ¿se trataba de llegar a eso? Se llegó a eso y así como se llegó, en ese breve salto cualitativo uno siente que accedió a algo que de veras le importa. Es por el arte de la escritura, una manera de articular en un todo la inteligencia, el oficio y la sensibilidad, que textos como los de Laura Wittner , que en sus grandes rasgos puede uno emparentar con el, por así llamarlo, "segundo objetivismo argentino", el que se dedica o dedicó a transmitir sin más "las cosas que a uno le pasan", exceden esa limitada función y uno al leerlos siente como si accediera, sin estridencia ni trascendentalismo alguno, a un despertar: algo, por suerte, se le movió a uno en el alma.

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