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Pablo Anania

​

La séptima tormenta
 

El cielo encapotado, seco, sin señas de tormenta 

Ezra Pound


Es evidente que cada vez que hablamos de amor, debemos excluir absolutamente tanto la definición romántica como la definición teológica. Ellas son las responsables de una violenta castración de la dimensión ontológica del amor Esa precaución nos evitará también ironías fáciles o malentendidos groseros

Antonio Negri

​

Tormenta es una borrasca súbita, inesperada,
cuyo significado más antiguo remite a tumulto,
del latín tÅ­mÅ­ltus, agitación desordenada y ruidosa 
producida por una multitud. De entre ellas, la séptima
tormenta que se ha anunciado en los evangelios 
no deja casa en pie en una tierra desolada.

Cae la lluvia, se desbordan los ríos, soplan los vientos, 
y chocan con furia contra la casa del Señor. Construida 
sobre piedra o arena esa casa se derrumba y su caída 
es estrepitosa. Esa borrasca súbita ha destruido
el trono de un dios en otros tiempos lejanos.

Hoy que se vuelve rojizo el cielo ensombrecido, 
hoy que el rostro del cielo no aparenta dar señales 
de tormenta, hoy que el estado de excepción, la tiranía, 
es la respuesta desesperada del capital parasitario, 
hoy es el momento preciso, el Kairós: 
ha llegado la hora de "hacer multitud".

Es este un salto que se efectúa en el vacío, 
sin red. Es parte del camino que lleva 
de la resistencia y el aguante al tumulto, 
de la pobreza al amor por el otro. 
No de un amorcito místico que sugiera redención. 
Amor como potencia ontológica. Como ser 
en verdad y en multitud parte del otro.

 

Suele pasar, cuando la poesía admite ser el espacio para que el pensamiento pueda ejercerse al máximo de sus capacidades, que la frase o la idea o la iluminación que uno estaba necesitando se concrete, para la situación puntual en la que uno estaba pensando (acá, ahora, cómo salir de este vivir en estado de cloaca y desangrándonos, cómo asumirnos como algo mejor que la caricatura planchadita con la que nos queremos conformar) y para estas situaciones en general: "amor como potencia ontológica". Los saltos de verdad siempre se efectúan sobre el vacío, para saber qué es lo que, donde no vemos más que vacío, hay, o está haciéndose.

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