Algo salva
tuve un sueño en donde
estaba toda mi vida
aparecía una piedra
y otra piedra, y otra piedra
también
volaba un pajarito.
No es lo mismo
no es lo mismo
tener cualquier piedra en el corazón
y que se note su ruido y su poder
que
a duras penas
levantarse de uno mismo
y seguir
y seguir.
Certeza
y de pronto pensé
soy yo
lo fui
lo seré siempre
hice las cosas de vivir
me llamaron
atendí
y no era cierto.
​
Ningún énfasis, pero -o por eso mismo- mucha potencia. Estrofas de pocos versos breves, por lo general: pocas palabras, pero firmes (no resonantes, no fuertes: firmes), como puestas ahí por una razón profunda. Un singularísimo y persistente estilo hecho de la apariente ausencia de estilo: siempre al costado de las "ondas", de los afanes por figurar en la cartelera, la poesía que desde hace décadas viene haciendo Alejandro Schmidt no sólo no entra en ninguno de los circuitos desde los que se estima el "valor literario" sino parece ir concretándose en respuesta a una única y perentoria gran necesidad, que sería, nada más (ni menos) que la de hacer que esas palabras, y lo que se mueve entre ellas, o atrás de ellas, o en torno de ellas, o en ellas, se haga presente ahí, en la página. Decir lo que tiene que ser dicho, eso indecible que tiene que ser expuesto, sin preocuparse por nada más A mí, al menos, muchos de esos poemas me resultan muy particularmente iluminadores, movilizadores. Ponen en juego en mi lectura las cuestiones del estar acá, me afectan.