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Jorge Leónidas Escudero

 

Con los callosos pies en la tierra

​

Zapatos de montaña se me han, resecos,
arqueado y no caminan más hacia ir.
¿Y mi dedo índice de señalar allá allá allá?
Basta. Puestos pies en la tierra les quería
contar que sigo aún con vida que stoy
herido 'n lala pero
exhausto, viejo de caminos y no hallar nada, 
todavía me pregunto:
¿Lo utópico es realmente utópico?

​

Esa tan particular gracia que suele tener la poesía de Jorge Leónidas Escudero, hecha de algo que parece torpeza o ingenuidad, como si lo que se quiere decir se agolpara intentando manifestarse sin encontrar su forma, y fuera precisamente esa discordancia lo que potencia la escritura. Algo del movimiento del habla, siempre incompleto, siempre yendo y viniendo, rehaciéndose y tropezando e interrumpiéndose a sí mismo en busca de concreción, sin saber a dónde se puede llegar, o algo del modo en que los chicos tantean para decir lo que quieren decir ante la falta de instrumental lingüístico (y que hace que nos resulte tan creativo el discurso de los chicos). Con las obvias diferencias, me parece que esa manera de extraer de la dificultad o la imposibilidad una riqueza de sentido (de otro tipo de sentido) se toca un poco con la de Vallejo. 

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