Pablo Neruda
​
Galope muerto
​
Como cenizas, como mares poblándose,
en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya parte del metal,
confuso, pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado lejos,
o recordadas o no vistas,
y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra
se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.
Aquello todo tan rápido, tan viviente,
inmóvil sin embargo, como la polea loca en sí misma,
esas ruedas de los motores, en fin.
Existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol,
callado, por alrededor, de tal modo,
mezclando todos los limbos sus colas.
Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?
El rodeo constante, incierto, tan mudo,
como las lilas alrededor del convento,
o la llegada de la muerte a la lengua del buey
que cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos quieren sonar.
Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,
entonces, como aleteo inmenso, encima,
como abejas muertas o números,
ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,
en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,
y esfuerzos humanos, tormentas,
acciones negras descubiertas de repente
como hielos, desorden vasto,
oceánico, para mí que entro cantando,
como con una espada entre indefensos.
Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas
que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?
Ese sonido ya tan largo
que cae listando de piedras los caminos,
más bien, cuando sólo una hora
crece de improviso, extendiéndose sin tregua.
Adentro del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, oscuros de pesadas gotas.
​
Cómo retumban, como convocan y atrapan esos dos primeros versos ("Como cenizas, como mares poblándose,/ en la sumergida lentitud, en lo informe"). Y después "haciéndose polvo/ en el mismo molino de las formas demasiado lejos", y "en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,/ entonces, como aleteo inmenso, encima,/ como abejas muertas o números,/ ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar". Una arrolladora fiesta o aventura que, aunque se da en la imaginación, uno vive con todos los sentidos y más, inmerso en ella, atrapado y alucinado por ella, como se viven los sueños, que la escritura de Neruda teje a fuerza de imágenes y metáforas deslumbrantes, por lo que tienen de desconcertantes y extrañamente precisas y reveladoras de algo que no necesita explicarse. Y de contradicciones, y de un amor hipersensual a lo que existe, y de un terror primitivo y reverberaciones, ecos, llamados, en un universo concreto y apabullante en el que es el deseo el que, potenciado al máximo, da sentido y brillo a todo, y en primerísimo lugar a la escritura. Ah, esa manera que tiene Neruda de hacernos entrar en un ritmo, una respiración, una fluencia, de los que salimos como se sale del sueño: algo se vivió, y se vivió como se viven cuando de veras se viven las cosas. Me salió, sin pensarlo mucho, decir en el taller que "Galope muerto" es uno de los más grandes poemas de todos los tiempos, y aunque, si hablamos en serio sé que es una exageración, esa es la sensación que tengo cada vez que lo leo. Cómo carajo alguien puede escribir así