Diego L. García
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(buda rap)
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un saco masivo es un saco recién salido del ta-
ller. recién cortado en el molde del molde para
cumplir con la sisa especificada en los convenios
de reproducción. corte recto sin sobresaltos que
desde el palco principal aplauden las
maquetas. el brazo de un maniquí dice ahora
con cariño tu ídolo por los siglos de los siglos
en línea recta sin lugar a desabotonar nada ni
aunque la cuota se retrase qué vergüenza con
el maestro qué clase de literatura puede no tatuarse
puntualidad para nombrar lo real con el hueso
justo que te damos de comer como el cuerpo
de un buda. el gran cuerpo que todo es en definitiva
masa de cerámica a coro con el director en su litera.
amamos que se haya comido nuestro plato la
porción más pequeña y plástica esa
que él nos ha enseñado a repetir
como buenos monjes de quien recauda
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Hay algo de rap, sí, o más bien un adoptar la rítmica insistente del rap para sobre esa base poner en marcha una maquinaria discursiva que no busca decir nada: da lugar a un fluir que en su ir diciéndose encuentra algún tipo de sentido, no fijo sino reverberante, latente en la médula de las frases, como confiando -con buenos motivos- en que sea esa propia presencia de lo escrito, fluyente, como casual, la que suscite lo que, a falta de otra denominación, uno llama "sentido". La poesía, tal como la está encarando Diego L. Garcia, es el despliegue de un pensamiento no abstracto que al nombrar indaga, desconstruye y revela, para inmediatamente pasar a otra cosa, a la que lo lleva su propio impulso, de modo de que ninguna conclusión se fije para satisfacción del narcisismo del lector. El poema pertenece a "Una cuestión de diseño".