No sé
Serán los días
Las palanganas
Los jazmines
La desgracia
pero hay días que no
que muy sinceramente
y a pesar de tu amor
(y qué podría más que tu amor?)
a pesar de los amigos
y la poesía
-ese turbio caudal del infinito-
en fin...
así es
días que no
son pocos pero son
–he vivido como un pobre animal
sabías?–
y se adelantan
a toda idea de la muerte
quizás será
este viento donde tanto habla
la sonrisa de los desaparecidos...
no se
y nunca importa
los cisnes
los tornillos
el destino...
​
Irrumpe una verdad. Suele pasarme cuando me encuentro con un poema de Alejandro Schmidt: la sensación potente, evidentísima, de que irrumpe una verdad. Se manifiesta. No esperen que especifique ahora a qué llamo “verdad”, pero tiene que ver con la manera en que frases y palabras van presentándose ante el alma lectora: como si respondieran a una necesidad radical de estar ahí, como si se las hubiera convocado o invocado y se hicieran, entonces, presentes, como apariciones de materia concretísima y nunca del todo explicable. Algo las llama o las impulsa, algo que va buscando ser dicho, o va buscando decirse, o, más exactamente, hacerse palabra, sin lograrlo, porque, si lo consiguiera se fosilizaría, pero que en ese intento imposible, como el deseo, concreta su propio moverse, su fruición. Hace vida, como en la música de Monk, Bach o el Cuchi. Sin alcanzar a decirse, va diciéndose, haciéndose, lo va viviendo el alma lectora como un placer que agradece.