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Yannis Ritsos

 

Detrás del olvido

 

Lo único sólido que de él quedó fue su chaqueta.
La colgaron allí, en el armario grande. Fue olvidada.
Se pegó al fondo, detrás de nuestras ropas de verano, de invierno,
- nuevas cada año, para nuestras necesidades nuevas -. Hasta que,
un día, llamó nuestra atención - puede que por su color extraño,
puede que por su anticuado corte -. Sobre sus botones
había tres imágenes, iguales y redondas:
el muro del fusilamiento, con cuatro agujeros,
y alrededor, nuestro remordimiento.

 

El loco

El carro, parado frente al mar,
cargado de seis barriles de hierro, rojos,
y otro más de un estupendo verde.
El caballo
pacía en el prado. El cochero
bebía en la taberna.

El loco de la isla
se detuvo en el muelle, y gritó:
"¡­Con este verde os venceré!"
Y señaló el último barril, sin tener ni idea
de su contenido o de quién fuera.

​

Sensibilidad, lucidez, precisión, serenidad. Una mirada y un pensamiento que se tienden hacia la realidad, vista o fantaseada, para captar en ella lo que al alma puede importarle y a la vez para animar a esa realidad, hacerla más real. Poesía de la extrañeza, o poesía extrañada: los seres y las cosas que se presentan son "importantes", cobran presencia, por el modo en que la escritura las dispone, "objetivamente", sin comentarios, sin énfasis, como dándolas a ver nomás o confiando en que ya ese disponerlas basta para que el lector, que se supone sensible e inteligente, pueda hacerse cargo. El aspecto "prosístico", la retórica austera y aparentemente "sencilla", son el terreno donde un trabajo de escritura exquisito crea pequeñas situaciones en las que la inquietud lectora se interna para disfrutar de lo que ahí va descubriendo, un poco como me pasa con la prosa de Saer. Al menos en sus traducciones al castellano (no soy capaz de leerlo en griego), disfruto mucho, sí, cada vez que me encuentro con la poesía de Yannis Ritsos.

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