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Jacobo Fijman

 

Canción al lavador del sueño y de la tarde 

 

Dad el sueño a la tarde
y no habremos tarde.
Dad a la flor el sueño
y no habremos flor.
Las soledades van del no ser a la tarde,
de la tarde al no ser,
del no ser de la flor
al ser de la flor.

Tú lavador de tardes
devuélvenos la tarde.
Tú que lavas el sueño,
el no ser de las cosas,
devuélvenos la tarde,
la eternidad de ser,
la eternidad de nada.

¿Qué es "lavador de tardes"? No hay respuesta, o, mejor, no hace falta. Es lo que nos pasa por la mente al encontrar esa frase en la lectura, y el papel que en el proceso de lectura juega. Sabemos bien, en realidad, qué es, sin necesidad de decodificar nada, porque a "lavador de tardes" llegamos después de las cuatro veces en que la palabra "tarde" apareció en el poema y un lazo se tendió entre esas irrupciones. Es mucho lo que dice -o, más bien, revela, desata- eso de que "Las soledades van del no ser a la tarde,/ de la tarde al no ser,/ del no ser de la flor/ al ser de la flor." Es como un estallido de la escritura lo que la alucinada poesía de Fijman supone, al servicio de una experiencia espiritual. Conmoción, sacudones del espíritu, mientras la lectura trabaja, como si rezara, para llegar a una suerte de tranquilidad, porque algo se tocó en serio cuando se pasó por ahí, algo se vivió en serio. Nada de cháchara, nade de literatosidad: pura experiencia, como las que sabía traer a las palabras o hacer en las palabras Fijman.

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